Antes o estabas destinado a ser clavo o a ser martillo. Siempre.
La idea de vivir era soñar con algún día ser martillo. Jugábamos a los clavos y martillos. No veíamos el futuro. Otros sí y se adelantaban, inmolaban sus libertades y conseguían fuerza de golpes ser jóvenes martillos. Después no sabían vivir. O convivir, sin golpear. Era su naturaleza nueva. Martillos.
Otros se conformaban con ser buenos clavos y esforzarse toda una vida para que algún hijo sea martillo. Ojalá uno bueno.
El origen de los martillos siempre fue un misterio para los clavos. ¿Qué fue primero, el clavo o el martillo? Algunos clavos muy profundos comprendían que el valor del martillo era gracias al clavo. Pasaba la vida y clavos de todas las medidas discutían si era mejor ser martillo o crear una revolución de clavos. ¡El primer martillo de la familia! Festejaban clavos, de algunas medidas privilegiadas. A veces.
Y pasó el tiempo. Cada vez más clavos se fueron convirtiendo en martillos.
Pero los martillos se convirtieron en taladros. Y los clavos en brocas.
Algunos monstruos llegaron a ser más que eso. Taladros percutores. Monarcas. Jerarcas. Dictadores. Mandatarios...Comenzaron a depredar la vida. ¿Era necesario?
Sólo pocos sobrevivientes jamás fueron ni lo uno ni lo otro ni aquello.
Eran agujas.